Deposición de Cristo. Caravaggio. 1600-1604
"Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo -aquel que anteriormente había ido a verle de noche- con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús."
(Jn 19,38-42)
El cuadro que presento hoy es una pieza de grandes dimensiones, tres metros de alto por dos de ancho, que fue encargado a Caravaggio por el señor Girolamo Vittrice para la capilla de su familia, en Santa Maria in Villicella en Roma. Tras el Tratado de Tolentino, en 1797, los franceses expoliaron la obra y la llevaron a París. Regresó a Roma en 1817, entrando a formar parte de la pinacoteca de Pío VII.
Este lienzo fue pintado por Caravaggio en su época más madura, fecunda y controvertida. Con poco más de treinta años, el pintor trabajó en algunos de los mejores encargos de su carrera (La Vocación de San Mateo, La Incredulidad de Santo Tomás, La Crucifixión de San Pedro, La Inspiración de San Mateo) y vivió también algunos de los peores episodios de violencia que jalonaron su vida. En esta época hirió en una pelea a Flavio Canonico, en otra a Mariano Pasqualone. En una tercera mató a Ranuccio Tomassoni. Y se trata, tan solo, de los episodios documentados. Entró y salió de prisión en varias ocasiones y acabo huyendo de Roma, a donde jamás regresaría.
Veamos el cuadro.
Tras la crucifixión, unos personajes están depositando el cuerpo de Cristo sobre la enorme losa de piedra que cubrirá la tumba del fallecido. Junto a Jesús, cinco personajes más. José de Arimatea nos mira mientras sostiene las piernas del Salvador. Juan Nocodemo, en un discreto segundo plano, sostiene el cuerpo. Detrás vemos tres figuras femeninas, las tres mujeres santas. Maria la Virgen, vestida de monja con los brazos en cruz compactando el conjunto. A su lado Maria Magdalena. Ambas están cabizbajas y contenienen la emoción. Detrás, Maria de Cleofás, con los brazos levantados, lamenta la muerte de Jesús.
Caravaggio en estado puro. Un cuadro que es una escena de teatro. El escenario en la losa sepulcral elevando a los actores, la oscuridad que invade el fondo y la luz que selecciona a los protagonistas entre el grupo de personajes apiñados.
En primer plano el cuerpo desnudo de Cristo, una cuerpo musculoso a pesar de la muerte. Le rodean una cascada de cabezas y manos formando un abanico. La composición es nítida:
Un horizonte visual situado en el primer tercio del cuadro. Lo marca una linea que recorre el cuerpo inclinado de José de Arimatea, la cara de Juan y la mano de Maria madre. El abanico curva de las cabezas y manos de todos los pesonajes completa su giro en el brazo de Cristo, especialmente iluminado, que desciende hasta la tumba, conectando simbólicamente el mundo de los vivos con el mundo de la muerte. En la tumba, una planta simboliza la resurrección y la inmortalidad de Dios.
La vida y la muerte. La resurrección. La composición del cuadro es una metáfora de la inmortalidad, de la conexión entre la vida y la muerte. La muerte en la parte inferior del cuadro. La vida en la superior. Y Cristo ejerciendo de nexo de unión entre ambos mundos. Un Cristo-Dios que ha de pasar por la angustia de la muerte: observad el cuerpo de Cristo, como transmite una vívida sensación de peso. Observad la losa de la tumba, es enorme.
La masa de los vivos se sostiene sobre dos juegos de columnas. Por un lado, las piernas del de Arimatea, fuertes y densas, participando de la iluminación del cuerpo de Jesús. Por otro, el propio brazo de Cristo, protagonista absoluto de la pintura quien, más que las propias piernas de Juan, sostiene al conjunto por la izquierda.
En esta obra de teatro Juan ejerce de comparsa, de secundario necesario para resaltar la presencia y las emociones de los protagonistas: Cristo muerto, José de Arimatea -¿qué nos está contando con la mirada?- y Maria de Cleofás al fondo, la más descompuesta de las mujeres.
Los colores de las ropas equilibran el grupo. El blanco del sudario contra el rojo de la túnica de Juan. La pureza contra la pasión y la muerte creando un marco visual que destaca la presencia del Señor y la expresión hermética de José de Arimatea.
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jose simbaña -
lau -
Fernando Yunuen Téllez -