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Phileas

Aqvi esto sin temor y de la muerte no he pavor

La aristocracia española del siglo XVI siempre me ha dado un punto de morbo. Han sido los únicos miembros de una clase dominante española que a lo largo de la historia hayan muerto en un país mucho más poderoso que en el que nacieron. Ellos pensaron el Imperio, lo administraron, lo ampliaron y los defendieron con mano de hierro. Como todos sabemos, los abatares de la historia demostraron que este proyecto tenía los pies de barro y el chiringuito Imperial-Católico se vino abajo más pronto que tarde. Sin lugar a dudas, esta enorme derrota ha influido en el juicio histórico que hacemos en este país de la clase dirigente del siglo XVI y que va desde el oropel y la gloria de la historiografía franquista a su condición reaccionario-católico-gandul-intransigente-matarife-de-hombres-y-pueblos-libres del pensamiento tradicional progresista.

A mi me gusta pensar en ellos como arquitectos de un nuevo tipo de Estado. Nobles que dejaron sus pequeñas cortes privadas en el corazón del reino de Castilla y viajaron por toda Europa para administrar las energías del Imperio. Al estilo de la época. Esto és, con una jugosa mezcla de diplomacia, violencia y extorsión.

Buscaron engrandecer su posición social a través de la conquista de Europa, y les fue bien. Fueron una generación de hombres seguros en sí mismos y en la capacidad de su proyecto político. Cómo rareza histórica no está mal.

Por eso me gusta mirar sus caras y le agradezco el trabajo a esos pintores que supieron legárnoslas. De los Grandes de España, el personaje que fue retratado por los pintores más cotizados en Europa fue Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba. Azote de herejes y disidentes, el duque ha pasado a la historia como el más duro represor de nuestros queridos holandeses. Nos quedan retratos suyos de Antonio Moro y Tiziano . No los comentaré hoy aquí. Se trata de pinturas de encargo, un poco convencionales, en las que el pintor se no se compromete demasiado en el análisis del personaje. Puestos a escoger, me gusta la dura mirada del duque en el cuadro de Moro, que parece encajar con su papel del más temido de los políticos europeos. Mucho más que el aire paternal del retrato de Tiziano.

Fernando Alvarez de Toledo. III Duque de Alba.

Detalle del retrato de Fernando Álvarez de Toledo, III Duque de Alba
por Anthoy More, 1557, Bruselas, Museo Real de Bellas Artes

Los retratos de Grandes de España menos importantes, pintados por autores menores son relativamente abundantes. Hoy me interesa presentar este retrato de Giovanni Battista Moroni. Representa a Gabriel de la Cueva, Grande de España, Duque de Albuquerque, marqués de Cuéllar, marqués de Siruela, caballero de Alcántara, Virrey de Navarra, Gobernador de Milán y un etcétera tan largo que provocaría pequeñísimos escalofríos de placer a la mismísima doña Cayetana, andaluza ilustre y heredera de varios de estos títulos.

Giovanni Battista Moroni. Don Gabriel de la Cueva

Don Gabriel de la Cueva
por Giovanni Battista Moroni, 1560. Gemäldegalerie, Berlin


Gabriel de la Cueva era hijo del duque de Albuquerque, Beltrán de la Cueva. Nació aproximadamente en 1515, casi en el mismo año de la muerte del genial Bosco. Como Grande de España trabajó al servicio del emperador Carlos V que lo situó en importantes cargos políticos -virrey de Navarra y gobernador de Milán-. A cambio recibió honores y rentas. Tuvo una vida próspera, llena de viajes que lo llevaron muy lejos de su solar, en Cuéllar.

Este retrato es del mismo año en que de la Cueva accede al cargo de virrey de Navarra. Con 45 años ha entrado en la madurez y su carrera política está consolidada. El hombre está profundamente satisfecho con sus logros: ha llegado el momento de hacerse pintar. Observad la mirada segura y relajada que nos lanza. No sé que caminos le llevaron al taller del pintor italiano. Moroni pintó ilustres, pero ilustres menores: profesores, burgueses, intelectuales, clérigos con galones, nobles de la escala de suboficiales, academia de Talarn. El encargo del duque no fue, en ningún caso, un trabajo ordinario en su carrera. Seguramente intentó desplegar sus mejores artes.

Parece que escogió seguir un modelo seguro, con el que se sentía cómodo: noble en traje de etiqueta con fondo clásico. Aquí tenemos dos cuadros más que Moroni pintó también en los años centrales del siglo y que encajan en el mismo patrón:

El Caballero de la Armadura morinigentlema
Caballero de la armadura. 1555
Caballero de la estatua. 1560

Todos caballeros, todos vestidos por Jean Paul Gaultier, con sus espadas y sus fondos clásicos, al gusto renacentista. Para no dejar ninguna duda acerca de los bríos de su escudo, de la Cueva no permite que el fondo sea decadente. Su edificio no es una ruina, como es el caso de los nostálgicos nobles italianos. Es un edificio recién construido.

Si me permitís la frivolidad, creo que el caballero de la estatua es el menos airoso del trio -¿quién escogía las ropas para los retratos de los nobles?- Los greguescos grandes y la leve inclinación del cuerpo lo hacen ligeramente culón. El caballero de la armadura y nuestro duque, por el contrario, tienen mejor estampa, mejor combinación de colores y diseño de ropas. Observad la maravilla de jubón amarillo sin mangas combinado con malla en negro del caballero de la armadura, o la elegante combinación de jubón negro con mangas acuchilladas en rojo sobre camisa roja y blanca también acuchillada del duque. Nada que ver con el icono del caballero revestido con armadura, sucio y con halitosis de la generación precedente. En el siglo XVI muchos nobles presumen de cortesanos, no de militares. La espada continúa siendo símbolo de nobleza y de buen nacimiento pero estos espadachines no quieren parecer ya muy duchos en el oficio de las armas, prefieren que los veamos como elegantes gentlemans. Otros nobles en cambio, más puestos en faena militar, como Alba, siguieron representándose vestidos con hermosísimas armaduras.

La satisfacción vital de de la Cueva se remata con la leyenda de la pintura: "aquí estoy sin temor y de la muerte no he pavor". Como diría mi hija, más chulo que un ocho, el tío. Fe en su carrera, fe en la Corona, fe en la fuerza del Imperio. España no tiene miedo y es dominadora. España es santa y pone en práctica la obra de Dios. ¿Por qué habría de temer nada de este mundo y del del más allá nuestro confiado duque?

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